La democracia
directa debe contar con las estructuras que permitan a los ciudadanos decidir
sobre los asuntos que ellos mismos deseen. Ningún aspecto del Estado puede
quedar exento de consulta popular si un número mínimo de ciudadanos lo
requiere.
Parece claro que
para dotar de eficiencia el sistema, y al menos en sus primera fases, se deberá
optar por un sistema mixto, en que la
representación en delegación actúe junto a la acción ciudadana.
Daniel Ordas
(@danielordas_es,) ha vuelto a poner de moda la democracia directa a través de
su libro “España merece… democracia directa”. Aboga por que los representantes del pueblo sean “políticos milicianos”,
esto es que no se dedique a tiempo completo a la política. En mi opinión, no
veo necesario esta opción, que puede generar conflictos de intereses y otros
problemas como falta de dedicación. Lo que si considero adecuado es la
limitación temporal de sus actuaciones a un periodo que se ajuste a la
ejecución de un proyecto concreto.
Los partidos en
una democracia participativa, no van a desaparecer, si bien dejarían de tener un
concepto exclusivamente ideológico, en el sentido clásico. El control y la auditoría
constante de la ciudadanía provocarían un cumplimiento más estricto de sus
promesas. Los programas políticos serían menos demagógicos y más pragmáticos pues se orientarán a la ejecución de proyectos viables.
La actividad de este nuevo conceptode Estado se ejecutaría en dos niveles, que corren muy
paralelos a la moderna actividad empresarial. Por una parte, el mecanismo más
convencional del Estado, que corresponde a su funcionamiento burocrático y
repetitivo. Esto debe llevarse a cabo
por una estructura de técnicos al servicio de la ciudadanía. Es la ejecución de
las Operaciones. En general, es así como hoy funciona la mayor parte de la
Administración. Pero la intervención de los políticos es excesiva, imponiendo
cargos denominados de confianza en función de criterios arbitrarios. En una
democracia moderna, la implicación política en los organismos de la
Administración debería ser mínima orientada a la dirección, supervisión y
monitorización de la actividad. Los resultados obtenidos serán responsabilidad
política y deberán auditarse por la ciudadanía.
El otro aspecto de la dirección política es el impulso y ejecución de nuevos Proyectos, que aporten valor a la sociedad (bien por aumento de eficiencia, ampliación de alcance social, implementación de nuevos servicios o infraestructuras, ahorro de costes, etc..). Un proyecto, tiene un marco especifico de tiempo de ejecución, un presupuesto de costes asociado y un alcance definido. No es una vaga promesa, sino una responsabilidad concreta. Cada uno de nuestros representantes debería estar asignado, al menos, a un proyecto y se debería pedir cuenta de sus resultados.
El otro aspecto de la dirección política es el impulso y ejecución de nuevos Proyectos, que aporten valor a la sociedad (bien por aumento de eficiencia, ampliación de alcance social, implementación de nuevos servicios o infraestructuras, ahorro de costes, etc..). Un proyecto, tiene un marco especifico de tiempo de ejecución, un presupuesto de costes asociado y un alcance definido. No es una vaga promesa, sino una responsabilidad concreta. Cada uno de nuestros representantes debería estar asignado, al menos, a un proyecto y se debería pedir cuenta de sus resultados.
Así, cada partido
o político, seguiría defendiendo sus ideas respecto al modelo de sociedad, pero
sin vaguedades, ya que sus propuestas estarían avaladas por un plan de proyecto.
Los programas serían más cortos y entendibles por la ciudadanía, pero sobretodo
se escribirían para cumplirse.
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