Presentación

Quiero compartir mis reflexiones e ideas sobre el futuro de la sociedad


martes, 23 de abril de 2013

La política como proyecto


La democracia directa debe contar con las estructuras que permitan a los ciudadanos decidir sobre los asuntos que ellos mismos deseen. Ningún aspecto del Estado puede quedar exento de consulta popular si un número mínimo de ciudadanos lo requiere.

Parece claro que para dotar de eficiencia el sistema, y al menos en sus primera fases, se deberá optar por un sistema mixto,  en que la representación en delegación actúe junto a la acción ciudadana.

Daniel Ordas (@danielordas_es,) ha vuelto a poner de moda la democracia directa a través de su libro “España merece… democracia directa”. Aboga por que los representantes del pueblo sean “políticos milicianos”, esto es que no se dedique a tiempo completo a la política. En mi opinión, no veo necesario esta opción, que puede generar conflictos de intereses y otros problemas como falta de dedicación. Lo que si considero adecuado es la limitación temporal de sus actuaciones a un periodo que se ajuste a la ejecución de un proyecto concreto.

Los partidos en una democracia participativa, no van a desaparecer, si bien dejarían de tener un concepto exclusivamente ideológico, en el sentido clásico. El control y la auditoría constante de la ciudadanía provocarían un cumplimiento más estricto de sus promesas. Los programas políticos serían menos demagógicos y más pragmáticos pues se orientarán a la ejecución de proyectos viables.

La actividad de este nuevo conceptode Estado se ejecutaría en dos niveles, que corren muy paralelos a la moderna actividad empresarial. Por una parte, el mecanismo más convencional del Estado, que corresponde a su funcionamiento burocrático y repetitivo. Esto  debe llevarse a cabo por una estructura de técnicos al servicio de la ciudadanía. Es la ejecución de las Operaciones. En general,  es así como hoy funciona la mayor parte de la Administración. Pero la intervención de los políticos es excesiva, imponiendo cargos denominados de confianza en función de criterios arbitrarios. En una democracia moderna, la implicación política en los organismos de la Administración debería ser mínima orientada a la dirección, supervisión y monitorización de la actividad. Los resultados obtenidos serán responsabilidad política y deberán auditarse por la ciudadanía.
El otro aspecto de la dirección política es el impulso y ejecución de nuevos Proyectos, que aporten valor a la sociedad (bien por aumento de eficiencia, ampliación de alcance social, implementación de nuevos servicios o infraestructuras, ahorro de costes, etc..). Un proyecto, tiene un marco especifico de tiempo de ejecución, un presupuesto de costes asociado y un alcance definido. No es una vaga promesa, sino una responsabilidad concreta. Cada uno de nuestros representantes debería estar asignado, al menos, a  un proyecto y se debería pedir cuenta de sus resultados.

Así, cada partido o político, seguiría defendiendo sus ideas respecto al modelo de sociedad, pero sin vaguedades, ya que sus propuestas estarían avaladas por un plan de proyecto. Los programas serían más cortos y entendibles por la ciudadanía, pero sobretodo se escribirían para cumplirse.

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