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jueves, 18 de abril de 2013

La revolución del individuo. La última revolución


Han existido revoluciones desde que el hombre es hombre. Es decir, cuando un grupo se considera perjudicado por la actuación de quien detenta el poder, trata de arrebatárselo, casi siempre para imponer sus criterios.

No obstante, el concepto revolución se aplica de forma más apropiada a los procesos articulados, extensos y exitosos que tuvieron lugar a partir de la Edad Moderna, y en especial a partir de la paradigmática revolución francesa de 1.789. Esta es la primera que se rebela contra el poder establecido para entregárselo al ciudadano (libertad-igualdad y fraternidad). Desde entonces, pocas o ninguna revolución ha tenido éxito sino partía de esa premisa (el poder para el pueblo).  En todo caso, su final siempre es parecido… un grupo representa al pueblo y termina por crear un sistema que defiende más sus privilegios que las necesidades de sus representados. En definitiva una nueva oligarquía toma el poder y la voz del pueblo. Manuel Castells parte de la premisa de que “las relaciones de poder constituyen el fundamento de la sociedad porque los que ostentan el poder construyen las instituciones de la sociedad según sus valores e intereses. ... Las relaciones de poder están incorporadas en las instituciones de la sociedad, y especialmente en el estado

Otra característica de casi todas las  revoluciones es que ha sido impulsada por un grupo, bien sea religioso, político o civil. Adicionalmente, esto provoca un enfrentamiento entre comunidades, que debe ser resuelto de forma violenta, hasta la toma del poder y/o los recursos. El grupo “rebelde” cuenta con suficientes apoyos para volcar la situación, pero  es difícil evaluar cuánto es dicho apoyo ni durante la revuelta, ni en la nueva construcción del estado. Un caso especial es la revolución de la transición española, en la que desde el propio sistema y sin violencia se dinamitó un régimen dictatorial para implantar una democracia parlamentaria.

Las modernas revoluciones están cambiando su estructura. Por una parte, no son dirigidas por grupos organizados, en cuanto no cuentan con una estructura. Son reuniones de individuos en la red. Tampoco pueden ser consideradas violentas, en cuanto no toman las armas (como en procesos como la primavera árabe de como Túnez o Egipto.). Cierto es, que cuando se enfrentan a estados dictatoriales y corruptos como Siria o Libia, la violencia es ineludible.

En el caso de las democracias occidentales, los movimientos sociales como el 15M o Occupy Wall Street, están produciendo un cambio revolucionario, en que se exige una salto cualitativo en el sistema democrático. Esta exigencia parte de los individuos hacía toda la comunidad, y además sin el deseo de tomar el poder.  Castells dice respecto a los nuevos movimientos sociales que: “esta nueva sociedad será el resultado del proceso, no de un plan preconcebido de cómo será el producto. Esta es la transformación realmente revolucionaria: la producción material de un cambio social no a partir de unos objetivos programáticos, sino de las experiencias en red. …..Por eso es fundamental la no violencia, porque un mundo no violento, no puede nacer de la violencia, y mucho menos de la violencia revolucionaria.”

Pero para que realmente esta revolución no degenere en un nuevo sistema oligárquico ( la partitocracia), el pueblos soberano debe ejercer su poder sin cortapisas. Obligatoriamente se deben extender las iniciativas para obtener una democracia directa (#democraciadirecta) que audite y controle el parlamento. Cuando esto ocurra, será el fin de las revoluciones tal y como las conocemos. Los individuos en red tendrán el poder pleno; no habrá vuelta atrás. A partir de entonces sólo se podrá cambiar un paradigma social mediante la revolución de pensamiento y de los significados.

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